Los tomates son una de las cosechas más importantes y la producción mundial se cuenta por decenas de millones de toneladas anuales. Por desgracia, las presiones comerciales cada vez mayores, los métodos de producción cada vez más sofisticados y la ingeniería genética hacen un flaco favor a esta maravillosa fruta. Por cierto, desde el punto de vista botánico es una fruta, no una hortaliza.
El origen del tomate está en la costa oeste de Sudamérica, desde Ecuador hasta Perú y Chile. Incluso en las altas montañas abundan las variedades silvestres: los minitomates, precursores de todas las variedades modernas. Probablemente, el primer cultivo tuvo lugar en México. Fueron llevados a Europa por los españoles en el siglo XVI, extendiéndose pronto por el sur de Europa.
Como miembros de la familia de las solanáceas (que incluye la mortífera belladona), al principio los tomates fueron objeto de sospechas, pero pronto se ganaron su puesto como alimento delicioso y saludable.
Son muy ricos en antioxidantes, especialmente en carotenoides, como el beta-caroteno y el licopeno, y en las vitaminas C y E, los que los convierte en protectores del sistema cardiovascular y contra algunos tipos de cáncer. Tienen poquísimo sodio y bastante potasio, por lo que sirven de ayuda en condiciones de hipertensión y de retención de fluidos.
Un tomate maduro contiene más de docientos compuestos volátiles que le dan su aroma y sabor únicos. Los tomates enlatados pierden muy pocas sustancias nutritivas, pero ganan en sal. Si compra zumo de tomate o salsa para pasta italiana, asegúrese de que contenga poca sal.
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